Eran las 16:54 horas de un viernes, aquella puerta de marco dorado era la entrada, mi cuerpo hormigueaba ante el siguiente encuentro, todo lucía oscuro en el fondo y apareció ese humo con su continua danza, era la invitación sin firma para entrar al lugar. En medio de ese oscuro, brillaba una mesa vestida con un fino mantel de organza y bordado en canutillo de oro; el espacio olía a resina y acre. Escuché a mi espalda una voz y con su mano de humo, me invitó a sentar:
–Mi nombre es Secretus – Secernere, tengo muchas formas de existir pero es justo en el Secernere -poner a parte- donde adquiero poder, nadie habla de mí pero todos saben que existo. Así que es bienvenida hoy.
Tomé asiento y lo miré de frente, mi respiración se llenó de él, no siento miedo, solo vacío… pues le reconozco sin haberlo visto nunca, mientras me envuelve con su voz de grave tono, dice con ironía:
— Ahora viene a mi memoria, lo que Arthur Schopenhauer en su filosofía, decía, “Jamás hay que revelar a un amigo lo que pueda servir a nuestro peor enemigo”, existo como bendición para algunos y como lastre para otros…
Secretus me miraba con su sonrisa de humo, mientras servía en mi taza dorada como grial, tizana de flor y fruto rojo, todo estaba finamente preparado. Frente a mí había una caja, aquella que hacía juego con semejante montaje; estiró sus finos dedos y la abrió ante mis ojos, sacó un cigarrillo y lo puso en mis labios.
–Sienta el humo, me dijo, pruebe mi sabor… aspire profundo, pues le acompañaré por un tiempo indefinido.
Era caliente, su sabor amargo, ahoga y marea, pero apenas logré tres inhalaciones de él y mi cuerpo sintió placer.
–Sí, esta es mi función, que se sienta el impacto a lo largo de dos siglos cuando menos, en las familias de ahora. En determinadas circunstancias, la realidad de la vida es tan difícil que algunos padres decidieron callar en el nombre del “bien”; en la primera generación es algo indecible, en la segunda, aparezco yo, Secretus y a partir de la tercera, me convierto en un “impensable”. Soy ese fantasma en una cripta o ataúd, que los descendientes guardan en su corazón.
Al escuchar aquello, beso al cigarrillo…
–Como Secretus, represento a la vergüenza, a la adicción, a la culpa, también a la bancarrota y despojo, como a la violación y a la enfermedad. Es complejo lidiar con la imagen que no tiene espacio o cabida en una sociedad determinada, pues la exclusión es un precio doloroso y la pertenencia una aparente gloria.
Necesito como Secretus, levantarme ahora y llamen a las cosas por su nombre, muchos crecen conmigo, me mastican, se quedan en duelos no hechos, en sentimientos de injusticia y podredumbre… pero si me nombran, entonces … la posibilidad de sanar tiene una oportunidad en el tiempo. No todo, por supuesto, ni con todos … pero este humo denso quizá se vuelva liviano para renacer.
Apago mi cigarrillo, miro al caballero Secretus, imperturbable, me levanto de tanto dorado en esa mesa … así, abrazo la culpa que da la inocencia y saldré.
-Marisa Artigas Díaz-🌹🍃
Imagen del Fotógrafo: Inge Prader – The Beethoven Frieze
Música: Games of Thrones.