Abuelo Raúl, el mar y la tierra.

ABUELO RAÚL 2

Agosto 31 de 1910, nacido en Veracruz, México. Hijo de Don Pascual Artigas Brambila y la señora Matilde Fernández García de la Lama.

Padre de mi padre, mi abuelo Raúl, el único de mis abuelos que conocí vivo y que conocí más por la historia narrada de mi madre. Era el quinto hijo de doce hermanos, antes de que él naciera, existió un primer Raúl, quien fallece pequeño, así que cuando abrió sus ojos a la vida, fue bautizado con el nombre de su hermano muerto.

No se sabe mucho de su infancia, sin embargo, un día el mar lo llamó y para ingresar a estudiar Ingeniería en la Heroica Escuela Naval Militar, usó el acta de nacimiento de ese primer Raúl.

Así éste hombre bajito se hizo grande en el mar, desembarcaba en los puertos, hasta que llegó a Acapulco y conoció a su Negra, se enamoró de aquella piel canela, tanto, que regresó entre las olas hasta quedarse con ella.

Amante de hacer ejercicio en los aros olímpicos, compacto y fuerte; regreso a mi memoria y las veces que acompañé a mi padre por el abuelo para llevarlo al tradicional hotel Aristos en la avenida Reforma de la Ciudad de México, un hombre con carácter, tan pequeño y tan fuerte en su andar; yo solo era una niña, escuchando sus pláticas de adultos… lo demás que recuerdo fue el llanto de mi padre y mis tíos, cuando el fallece a mis 13 años.

El tiempo lo borró de mi alma hasta que los Orishas lo trajeron a mi vida a través del mar de Cuba, era el año de 1986, yo con veinte años y una encomienda por cumplir de una amiga de ese tiempo, Ana. Ella nos pidió llevar arroz y víveres a un matrimonio formado por un cubano y una señora española, Nieves, ya que la carencia en Cuba en ese tiempo era enorme.

Recuerdo caminar por la calles de la Havana vieja, preguntando por una dirección hasta que dimos con el hogar de ésta pareja; toqué esa puerta con olor a mar y salitre, fuimos recibidas Vicky y yo por Nieves, quien nos invitó a pasar, entregué el arroz y a cambio recibí un exquisito café cubano en una taza pequeñita como mi abuelo, cuando vi aparecer a éste hombre cubano, era muy alto, negro de piel y sus ojos verdes como turquesas de mirada profunda y taciturno al andar. Nieves le dijo que veníamos de México, así que en gratitud nos invitó a consultar los caracoles con su esposo, en ese momento no tenía ni idea de lo que aquello significaba, aquel hombre cubano me invitó a pasar a una habitación, se sentó en el piso sobre una manta blanca bordada a mano con flores de colores vivos; en este mismo lugar había una silla pequeña donde me indicó me sentara, yo lo hice, empezó a orar y cantar en una lengua desconocida para mí, puso sobre la palma de mi mano unos caracoles de mar pidiéndome los agitara y los dejara caer sobre aquella manta blanca, se quedó en silencio y me dijo:

–Tu eres de piel canela, aquella que amaba tu abuelo paterno en tu abuela, él te ayudará en tus deudas y preocupaciones, no temas, él siempre está contigo.

Así sin entender mucho, Vicky y yo nos despedimos y salimos de ese lugar. Han pasado treinta y dos años desde aquel entonces y el tiempo del mar es perfecto para mí siempre.

Celebro los 108 años del natalicio de mi Abuelo Raúl como las 108 cuentas de un mala tibetano, me recuerda que es el año 2018 … soy su sexta nieta, la Negra que lo lleva en el corazón entre el mar y la tierra.

Mi encuentro con Secretus.

Eran las 16:54 horas de un viernes, aquella puerta de marco dorado era la entrada, mi cuerpo hormigueaba ante el siguiente encuentro, todo lucía oscuro en el fondo y apareció ese humo con su continua danza, era la invitación sin firma para entrar al lugar. En medio de ese oscuro, brillaba una mesa vestida con un fino mantel de organza y bordado en canutillo de oro; el espacio olía a resina y acre. Escuché a mi espalda una voz y con su mano de humo, me invitó a sentar:

–Mi nombre es Secretus – Secernere, tengo muchas formas de existir pero es justo en el Secernere -poner a parte- donde adquiero poder, nadie habla de mí pero todos saben que existo. Así que es bienvenida hoy.

Tomé asiento y lo miré de frente, mi respiración se llenó de él, no siento miedo, solo vacío… pues le reconozco sin haberlo visto nunca, mientras me envuelve con su voz de grave tono, dice con ironía:

— Ahora viene a mi memoria, lo que Arthur Schopenhauer en su filosofía, decía, “Jamás hay que revelar a un amigo lo que pueda servir a nuestro peor enemigo”, existo como bendición para algunos y como lastre para otros…

Secretus me miraba con su sonrisa de humo, mientras servía en mi taza dorada como grial, tizana de flor y fruto rojo, todo estaba finamente preparado. Frente a mí había una caja, aquella que hacía juego con semejante montaje; estiró sus finos dedos y la abrió ante mis ojos, sacó un cigarrillo y lo puso en mis labios.

–Sienta el humo, me dijo, pruebe mi sabor… aspire profundo, pues le acompañaré por un tiempo indefinido.

Era caliente, su sabor amargo, ahoga y marea, pero apenas logré tres inhalaciones de él y mi cuerpo sintió placer.

–Sí, esta es mi función, que se sienta el impacto a lo largo de dos siglos cuando menos, en las familias de ahora. En determinadas circunstancias, la realidad de la vida es tan difícil que algunos padres decidieron callar en el nombre del “bien”; en la primera generación es algo indecible, en la segunda, aparezco yo, Secretus y a partir de la tercera, me convierto en un “impensable”. Soy ese fantasma en una cripta o ataúd, que los descendientes guardan en su corazón.

Al escuchar aquello, beso al cigarrillo…

–Como Secretus, represento  a la vergüenza, a la adicción, a la culpa, también a la bancarrota y despojo, como a la violación y a la enfermedad.  Es complejo lidiar con la imagen que no tiene espacio o cabida en una sociedad determinada, pues la exclusión es un precio doloroso y la pertenencia una aparente gloria.

Necesito como Secretus, levantarme ahora y llamen a las cosas por su nombre, muchos crecen conmigo, me mastican, se quedan en duelos no hechos, en sentimientos de injusticia y podredumbre… pero si me nombran, entonces … la posibilidad de sanar tiene una oportunidad en el tiempo. No todo, por supuesto, ni con todos … pero este humo denso quizá se vuelva liviano para renacer.

Apago mi cigarrillo, miro al caballero Secretus, imperturbable, me levanto de tanto dorado en esa mesa … así, abrazo la culpa que da la inocencia y saldré.

-Marisa Artigas Díaz-🌹🍃

Imagen del Fotógrafo: Inge Prader – The Beethoven Frieze

Música: Games of Thrones.

La oruga tiene historia.

Marisa 4 días de nacida

Sí, soy yo… 4 días de nacida y había una vez…

Existía en el mundo del Gran Espíritu una alma intemperante, aquella que bailaba entre nubes claras de viento fresco como festejo de libertad, después de verse entre el humo negro de aquella hoguera del s.XII, pues todo parece indicar que su Neptuno era poderoso y de elite, conocía la conjunción entre la vida y la muerte como el ciclo sin fin.

El Gran Espíritu sabía que esa alma tenía el componente necesario para el aprendizaje siguiente, así que la llamó a su laboratorio sagrado, la asistió a subir a su mesa de mar y le dijo:

— Volverás a la Tierra, a través de un árbol y en un acto de amor en supervivencia, llegarás. Nadie te espera, pues todos duermen en un secreto, pero sean el Abuelo Fuego, la hoguera y la soga los elementos para tu entendimiento. Serás de cuerpo pequeño para que tu frente toque la tierra y no creas todo lo que piensas, sin embargo, la tierra te regala la voz negra, aquella que anuncia la alquimia del alma, aquella que recuerda modular al Neptuno.

– Los ojos de esa alma se abrieron de asombro.

— Conservarás este asombro y será negro, sin embargo es en tus ojos donde reconocerás el destino en ti y en lo otro. Pasarán lunas y soles de confusión, harás la guerra en el cielo como en la tierra, serás hija de Marte, hasta que un día me sentirás en la herida y confiarás en la muerte hasta amarte, para ello la luna de mar, la luna de piscis te asistirá y a través de una Piscis nacerás, tu útero de llegada se llama Olga.

No olvides la soga y el humo, te recuerda el Abuelo Fuego, pues será la raíz de tu árbol para crecer frutos en ti.

Aunque el líquido amniótico escurra en la raíz, el agua te sanará e inspirará.

Te hablaré a través de tu asombro mientras miras al cielo, pues serás hija del Sol de Marte, Luna de Mar y te llamarás Marisa.