Sí, soy yo… 4 días de nacida y había una vez…
Existía en el mundo del Gran Espíritu una alma intemperante, aquella que bailaba entre nubes claras de viento fresco como festejo de libertad, después de verse entre el humo negro de aquella hoguera del s.XII, pues todo parece indicar que su Neptuno era poderoso y de elite, conocía la conjunción entre la vida y la muerte como el ciclo sin fin.
El Gran Espíritu sabía que esa alma tenía el componente necesario para el aprendizaje siguiente, así que la llamó a su laboratorio sagrado, la asistió a subir a su mesa de mar y le dijo:
— Volverás a la Tierra, a través de un árbol y en un acto de amor en supervivencia, llegarás. Nadie te espera, pues todos duermen en un secreto, pero sean el Abuelo Fuego, la hoguera y la soga los elementos para tu entendimiento. Serás de cuerpo pequeño para que tu frente toque la tierra y no creas todo lo que piensas, sin embargo, la tierra te regala la voz negra, aquella que anuncia la alquimia del alma, aquella que recuerda modular al Neptuno.
– Los ojos de esa alma se abrieron de asombro.
— Conservarás este asombro y será negro, sin embargo es en tus ojos donde reconocerás el destino en ti y en lo otro. Pasarán lunas y soles de confusión, harás la guerra en el cielo como en la tierra, serás hija de Marte, hasta que un día me sentirás en la herida y confiarás en la muerte hasta amarte, para ello la luna de mar, la luna de piscis te asistirá y a través de una Piscis nacerás, tu útero de llegada se llama Olga.
No olvides la soga y el humo, te recuerda el Abuelo Fuego, pues será la raíz de tu árbol para crecer frutos en ti.
Aunque el líquido amniótico escurra en la raíz, el agua te sanará e inspirará.
Te hablaré a través de tu asombro mientras miras al cielo, pues serás hija del Sol de Marte, Luna de Mar y te llamarás Marisa.